martes, mayo 12, 2009

P A R A N I N F O


Cinco horas después el bus se detuvo en la estación. Cuántos años habían pasado. Recogí mi equipaje. El corazón latía fuerte desde que avisté la calle principal de la ciudad. No podía creer que ese día por fin hubiera llegado. Dudé por un momento en continuar con mi trayecto. Pensé en comprar un boleto de regreso. Busqué en mi bolsa el efectivo. En su lugar encontré un papel ajado, impregnado de tinta. Tu última carta.

Busqué con premura un taxi que me llevara hasta el hotel. El taxista me dejó frente a la puerta, no sin antes indicarme el camino a la universidad. Seguí sus instrucciones al pié de la letra, hasta verme perdida entre el bullicio de la gente que iba y venía. Luego, preguntando llegué al lugar.

Como autómata crucé la entrada. El celular vibró y antes de que pudiese revisarlo, me pareció reconocer tus pasos a lo lejos. Eras vos llamando. En ese momento no era más yo. Nos vimos, nos acercamos. El universo parecía girar a nuestro alrededor. No existían en nuestro pequeño orbe más habitantes. No habían más dudas. Un beso en la mejilla y un abrazo que duró por siempre. Un saludo y las preguntas de rigor.

La tarde avanzó entre tu cátedra y la mirada inquisidora de más de un estudiante. Me ubiqué al fondo y me dediqué a contemplar lo mucho que disfrutas la docencia. Observaba cada gesto, cada ademán, cada pequeño movimiento, cada mirada furtiva tuya. Me sonrojé. Disfrutaba admirarte, pero rogaba porque terminara pronto. A veces me sentía perdida entre el discurso. ¿Qué hacía yo allí?

domingo, mayo 10, 2009

S.O.S.


Un mensaje al infinito,
que entre miles de estrellas,
entre cumbres y ríos;
te lleve mi recuerdo.

Que sin querer me pienses,
que sin pensar me quieras
y sin razón aparente,
añores nuestros días.

Que mi suspiro eterno,
cual faro, oriente tu travesía.
Un muelle solitario avistarás
a lo lejos, sobre la costa.

Una silueta ya conocida te
hará pronunciar mi nombre.
Despertaré otra vez agitada,
con las olas rompiendo el sigilo.

miércoles, febrero 11, 2009

Déjà vu

Un sombrío día de junio,
mi flor de mayo partió,
sin más equipaje que un beso
y una oración y una eterna promesa.
Sin tiempo para despedidas,
sin lugar para arrepentimientos,
sin un perdón, sin un “lo siento”.
El tiempo fue el justo,
la hora la indicada.
Los últimos minutos,
añoraban cada segundo extraviado.
“La tuviste toda una vida”…
reclamaban con desprecio.
Ante mí sólo queda una vereda,
que no se recorrer sola…
Un sol que no calienta,
una luna que no alumbra
y una lluvia que no cesa.
Mi jardín se ha trocado sombrío,
maleza y plaga proliferan por doquier.
Mi flor de mayo ha dejado este mundo
y sin pretenderlo,
no recuerdo más su aroma,
cada vez evoco menos su estampa.
Tal vez un día cualquiera,
de mi mente se disipe el último recuerdo.
Quizás un día de junio, lluvioso… frío,
entre maleza y arbustos extraños,
esta senda me traiga de nuevo
al edén perdido.
Mi corazón latirá jubiloso.
Asiré fuerte su mano
y confesaré:
creo que aquí ya he estado.