Intenté en vano reconstruir aquella imagen tuya, pero con osada malicia, mi mente configuró algunos rostros ya conocidos; empero, aún conservo aquella sensación de nuestro primer encuentro, suficiente para evocarte cuando el cosmos revele un tiempo y un lugar oportunos.
Absurdamente, algunas veces he creído advertir esa idéntica impresión de aquella quimérica aventura; sucedió por la calle que conoce mis pasos, cuando la postrera flor de ese otoño calló justo sobre mi hombro; o cuando el viento trajo hasta mí una veintena de esporas que caprichosamente se fueron enredando en mi cabello; también me ha pasado algunas noches al contemplar el firmamento…
Lo siento casualmente ahora, y de repente hace tanto frío, que el cuerpo siento congelar. Sin poder evitarlo, me estremezco, y me pregunto si sos vos de nuevo, si otra vez pasas por mi vera a visitarme, profanando esa ley divina, la misma que un día te alejara de mí, antes que llegase a conocerte.