jueves, agosto 21, 2008

P O S T R E R O








Brindo por la letra gótica

tallada en mármol añejo

sobre tu gélido refugio,

la misma que en tres líneas

cuenta al mundo nuestra historia,

esa que evoca dos tiempos:

ineludible destino, fugaz existencia…

y una posdata olvidada.

¡Salud! por la lágrima negra

que noctámbula surcó tantas horas

tras mi puerta sin cerrojo,

esa cuya llave extraviaste en tu memoria.

Gotas saladas cual rocío,

empaparon el manto púrpura que te cobija.

Brindo también no por vos,

que ciertamente te encontrás

en algún lugar de este orbe;

sino por mí, que indulgente,

he visto alejar tus pasos de mis días

y siguiendo el protocolo del buen creyente,

te he dedicado una última plegaria

y te he dicho adiós para siempre.

jueves, julio 24, 2008

Te llaman "Soledad"




A veces duele, otras conforta,
desapercibida deambula algunos días
por mi calle, por mi vida.
Otras sólo se sienta a mi mesa sin ser invitada,
haciéndome anfitriona de cenas desérticas,
de brindis sin festejo, de veladas infinitas.
El silencio es su único idioma,
las hojas que el viento arrastra hasta mi puerta,
semejan susurros y escucho su voz
en cada sorbo del café que bebo sin prisa.
Su compañía sabe a sosiego,
a efímera tregua con mis pesares,
calma sólo diferida por unas pocas brasas crepitantes,
devoradas por el hollín añejo de gélidas noches pasadas.
Parsimoniosa pareciera atizar la última llama agonizante.
Pequeña caprichosa… Cuanto más huyo,
más se place, pero si encontrara muy cómoda mi compañía,
displicente desertaría de esta cálida morada.
Casi puedo verla envuelta en su bata rosa,
sus pantuflas raídas y su cabello enmarañado.
Algunas veces incluso lamento: Si al menos fueses hombre…
Y aquí estoy, pretendiendo que no duele,
que apenas y la noto, que su compañía ni enfada, ni complace;
psicología inversa dice mi terapeuta: “como vino se irá”
sin saber que no pretendo que se marche,
sino sólo cerciorarme, que estará aquí siempre, por si acaso…

miércoles, julio 02, 2008

au revoir


Desde la bruma de mi guarida,
observo desde hace tiempo cada uno de tus pasos.
Por tu vera vas siempre con prisa,
de entre tus labios de cuando en cuando
se escabulle una sonrisa…que anhelo un día, sea para mí.
De tu discurso escasamente comprendo una palabra,
tus cálculos y tus fórmulas escapan a mi razón.
Infinita muralla ambos hemos erigido,
justo en el centro de nuestras vidas;
tú con tus dogmas y tus cavilaciones,
yo con mis eternos temores
y mi antología de frustraciones.
Precisamente hoy que vengo sólo a contemplarte,
hoy que no pretendo resolver axioma alguno,
hoy que no espero exactitud en mis números.
Hoy tus ojos de alguna forma y en el último instante,
descifraron la senda secreta hacia los míos.
Hoy tu andar fue ligero y tu palabra un ansiado bálsamo.
Hoy que me despido, finalmente te conozco.

jueves, marzo 06, 2008

Un cuento para Emmanuel (para el niño que un día fue)


¿Alguna vez te conté pequeño, la historia de Emmanuel? Un niño como vos, pequeño mío, de inmensos ojos negros, tan inmensos como la oscuridad de aquella noche, la noche mi niño, en que eligió partir.

Era una noche como la de hoy. Del cielo pendían miles de estrellas, y él, angelito predilecto de los cielos, sentado estaba junto al Señor. Cansado se hallaba ya de jugar en el jardín celestial. En la paz de aquel paraíso, la lejanía aún dejaba escuchar las plegarias de aquellos que como vos mi nene, no se olvidan de Dios. Cuentan los ángeles que entre todas las voces, imagina niño mío: las voces del mundo entero, a este tierno ángel lo impresionó una en especial.

Era una voz triste, pero también dulce. Parecía más bien una tierna melodía. Sus ojos negros se volvieron hacia el Señor, y como bien sabes nene lindo, no tuvo necesidad de preguntar, porque Él todo lo sabe, así que sólo dijo:

–En mis jardines pequeño, sólo se logran escuchar aquellas oraciones que nacen en lo profundo de los corazones de mis hijos. Hay quienes rezan con tan inmensa fe, que sus voces se escuchan como el trinar de los pájaros, y son éstas, melodías en mi vergel. –

– ¿Puedo saber Señor, qué es lo que pide con tanta fe este jilguero?-, preguntó el chiquillo con impaciencia.

El Padre Celestial respondió:

–Hijito querido, trataré de explicarlo. La voz que escuchas, es la de una buena mujer que anhela ser madre, pero su cuerpo es tan frágil querido niño, que dentro de él no ha logrado crecer alguno de los ángeles que he enviado. Sin embargo, ella continúa creyendo que en sus brazos un día arrullará a su pequeño. –

Fue entonces que el Señor una vez más, adivinando lo que el niño pediría, dijo:

–Un alma noble como la tuya, crecerá fuerte con los cuidados de esta piadosa mujer, ve pues mi niño y encuentra a tu jilguero. Pero no partirás solo pequeño mío, enviaré contigo una de mis estrellas, la más brillante de ellas. No la verás de día, pero allí estará ella siempre contigo. No olvides esto angelito bueno, en especial cuando tengas alguna pena. Sigue siempre su luz, que te guiará por mi senda. A cambio nene mío, sólo pido que tu nombre allá en la tierra sea: Emmanuel. –