jueves, julio 24, 2008

Te llaman "Soledad"




A veces duele, otras conforta,
desapercibida deambula algunos días
por mi calle, por mi vida.
Otras sólo se sienta a mi mesa sin ser invitada,
haciéndome anfitriona de cenas desérticas,
de brindis sin festejo, de veladas infinitas.
El silencio es su único idioma,
las hojas que el viento arrastra hasta mi puerta,
semejan susurros y escucho su voz
en cada sorbo del café que bebo sin prisa.
Su compañía sabe a sosiego,
a efímera tregua con mis pesares,
calma sólo diferida por unas pocas brasas crepitantes,
devoradas por el hollín añejo de gélidas noches pasadas.
Parsimoniosa pareciera atizar la última llama agonizante.
Pequeña caprichosa… Cuanto más huyo,
más se place, pero si encontrara muy cómoda mi compañía,
displicente desertaría de esta cálida morada.
Casi puedo verla envuelta en su bata rosa,
sus pantuflas raídas y su cabello enmarañado.
Algunas veces incluso lamento: Si al menos fueses hombre…
Y aquí estoy, pretendiendo que no duele,
que apenas y la noto, que su compañía ni enfada, ni complace;
psicología inversa dice mi terapeuta: “como vino se irá”
sin saber que no pretendo que se marche,
sino sólo cerciorarme, que estará aquí siempre, por si acaso…

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