jueves, marzo 06, 2008

Un cuento para Emmanuel (para el niño que un día fue)


¿Alguna vez te conté pequeño, la historia de Emmanuel? Un niño como vos, pequeño mío, de inmensos ojos negros, tan inmensos como la oscuridad de aquella noche, la noche mi niño, en que eligió partir.

Era una noche como la de hoy. Del cielo pendían miles de estrellas, y él, angelito predilecto de los cielos, sentado estaba junto al Señor. Cansado se hallaba ya de jugar en el jardín celestial. En la paz de aquel paraíso, la lejanía aún dejaba escuchar las plegarias de aquellos que como vos mi nene, no se olvidan de Dios. Cuentan los ángeles que entre todas las voces, imagina niño mío: las voces del mundo entero, a este tierno ángel lo impresionó una en especial.

Era una voz triste, pero también dulce. Parecía más bien una tierna melodía. Sus ojos negros se volvieron hacia el Señor, y como bien sabes nene lindo, no tuvo necesidad de preguntar, porque Él todo lo sabe, así que sólo dijo:

–En mis jardines pequeño, sólo se logran escuchar aquellas oraciones que nacen en lo profundo de los corazones de mis hijos. Hay quienes rezan con tan inmensa fe, que sus voces se escuchan como el trinar de los pájaros, y son éstas, melodías en mi vergel. –

– ¿Puedo saber Señor, qué es lo que pide con tanta fe este jilguero?-, preguntó el chiquillo con impaciencia.

El Padre Celestial respondió:

–Hijito querido, trataré de explicarlo. La voz que escuchas, es la de una buena mujer que anhela ser madre, pero su cuerpo es tan frágil querido niño, que dentro de él no ha logrado crecer alguno de los ángeles que he enviado. Sin embargo, ella continúa creyendo que en sus brazos un día arrullará a su pequeño. –

Fue entonces que el Señor una vez más, adivinando lo que el niño pediría, dijo:

–Un alma noble como la tuya, crecerá fuerte con los cuidados de esta piadosa mujer, ve pues mi niño y encuentra a tu jilguero. Pero no partirás solo pequeño mío, enviaré contigo una de mis estrellas, la más brillante de ellas. No la verás de día, pero allí estará ella siempre contigo. No olvides esto angelito bueno, en especial cuando tengas alguna pena. Sigue siempre su luz, que te guiará por mi senda. A cambio nene mío, sólo pido que tu nombre allá en la tierra sea: Emmanuel. –

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